Despedimos un año que ha sido complicado como pocos y que, sin embargo, también nos ha enseñado mucho, tanto a nivel personal como profesional. Tal vez como nunca antes, se ha puesto de manifiesto la importancia de los documentos y su adecuada gestión en la vida de las personas y para el funcionamiento de las organizaciones.
Una verdadera prueba que ha sido necesaria para dar respuesta a la pandemia desde las administraciones públicas a nivel sanitario y asistencial, pero también en la tramitación masiva de emergencia de contratos, ayudas, modificaciones fiscales, los ERTE y un largo etcétera de trámites. En muchos de esos casos la madurez en la gestión de documentos ha sido la clave para poder dar respuesta en tiempo y forma; en otros, para desvelar dónde debe ser reforzada para la administración electrónica. Un mejor diseño de los documentos, la verdadera interoperabilidad, la supresión de redundancias haciendo posible la reutilización de documentos e información que ya obra en las administraciones, mejorar los puntos de acceso, se han desvelado estratégicos en esos momentos de urgencia, que ojalá seamos capaces de canalizar.
El teletrabajo ha sido otro gran hito de este último año, que nos pone sobre la mesa un importante reto que debe incardinarse con la gestión de documentos de nuestras organizaciones. Qué debemos documentar, la trazabilidad de las actuaciones y no menos importante, la preservación o destrucción de documentos que en estos meses se han producido todo lo bien (o lo mal) que nos han permitido las circunstancias, pero que son imprescindibles para la rendición de cuentas o como prueba del desempeño llevado a cabo en este tiempo.
Desde una perspectiva más divulgativa, han sido muchos los que se interesaron por el estudio de pandemias previas, como la gripe de 1918, y quienes durante el confinamiento aprovecharon para adentrarse en la riqueza de nuestros fondos documentales más antiguos o para profundizar en la transparencia de las administraciones públicas.
Y mientras todo eso sucedía, la pandemia también ha quedado documentada de formas muy diversas que ahora empiezan a analizarse desde múltiples perspectivas, abriendo entre otros el debate de cuánto es colección y cuánto archivo, individuales o colectivos.
Es así que el año que despedimos nos deja mucho material para la reflexión, que ojalá durante 2021 nos permita seguir creciendo profesionalmente, desde los cimientos sólidos de la Archivística y con la clara vocación de servicio que nos caracteriza.
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